Al hablar de «separación» pensamos enseguida en la separación de una pareja, pero no, nuestra vida está poblada de separaciones: de amigos, familiares, grupos, amores.
¿Qué supone separarse?
¿Qué empuja a hacerlo?
¿Por qué es tan difícil decidirse?
«Separación es un término polémico que indica al menos tres cuestiones. Por un lado se-parare es parirse a si mismo, tiene la significación de aquello que nace, como la cría que se separa de la madre para individuarse. Separación conlleva también el significado de una pérdida, de aquello que queda alejado de una persona querida o de una institución o comunidad de la que forma parte. Finalmente, separación tiene también un componente de romper con un vínculo asfixiante, un goce que nos tiene atrapados (droga, juego, relación patológica) sea en el plano individual, relacional o colectivo.
Una separación, pues, no es sólo la ocasión de una pérdida sino que también puede ser una crisis vital con consecuencias positivas, ya que la rotura de ese vínculo patológico puede ser la oportunidad de un nuevo nacimiento, de una vida no ligada por ese goce destructivo.
Se trata de un mecanismo psíquico fundante del sujeto, algo que está desde el inicio de su vida. Por eso la primera palabra que los niños aprenden es un NO a lo insoportable, a aquello que no nos gusta e imputamos al otro. Las rupturas de pareja reactivan este mecanismo de rechazo original: detectamos algo insoportable de la relación –que generalmente atribuimos al otro – y decidimos separarnos de ese otro para así dejar lo insoportable. Eso que detectamos en el otro puede tomar formas diversas: aburrimiento, desconfianza, frialdad, sospecha, deslealtad, abuso, maltrato.
La pregunta clave que uno debería hacerse es ¿de qué me quiero separar? Y no ¿de quién me quiero separar? No siempre separarse de lo insoportable conlleva hacerlo de la pareja. Y sobre todo, si uno no tiene claro de qué se quiere separar lo más seguro es que lo encuentre en el próximo partenaire. El ejemplo más claro lo encontramos en muchas mujeres maltratadas, con parejas alcohólicas, que “repiten” en sus elecciones sucesivas el modelo de marido y/o compañero maltratador. De hecho la matriz primera de ese modelo estaba, muchas veces, en su propia casa, encarnado en la persona del padre.
Que haya tristeza ante una ruptura ni es patológico ni debe rechazarse colectivamente. Es un signo del duelo que uno tiene que hacer -si bien los tiempos subjetivos son siempre diferentes- para poder perder esa imagen ideal que cada uno tenia de él mismo: aquello que ya no volverá a ser, de la misma manera, con esa amiga, ese padre o ese hermano, con los que ahora ha evidenciado que no comparte algo importante.
Eso lleva aparejado un momento depresivo y una retirada de la libido. Hasta que el sujeto no puede dar otro destino a esa libido, sea a través de la sublimación (trabajo, estudios) de una nueva pareja, de la dedicación a un ideal, las relaciones sociales,.. la angustia y la depresión perduran.»
[1] Texto adaptado de: «Algunas consecuencias psicológicas de la separación» José R. Ubieto. La Vanguardia 05/10/2017