Pedro, un profesional de mediana edad está muy acongojado porque su esposa “lo ha echado de casa” a raíz de varios episodios de infidelidad. Desde entonces su único interés está en encontrar tácticas para reconquistarla, ser admitido nuevamente en casa y que todo vuelva a ser “como antes”.
¿Cómo antes de qué? Como antes de que lo echaran, como en los tiempos en los que necesitaba seducir a cuanta mujer tuviera en frente, como cuando se sentía un superhombre ante cada conquista.
Al preguntarle – “¿Y porqué crees que buscabas otras relaciones? Responde
– “No sé, fue una tontería, pero ahora ya aprendí y no volveré a hacerlo … lo estoy pasando muy mal.
A Pedro no le interesa saber por qué necesita ser un conquistador compulsivo o cómo era la relación con su mujer en ese momento. Ni siquiera se ha preguntado por qué se ve a sí mismo como un chico que se ha portado mal. Sólo desea pasar el mal trago y regresar a casa. Allí acaba su problema.
La historia de Pedro viene a cuento porque es muy frecuente que cuando nos vemos ante circunstancias penosas, de cualquier tipo, lo único que importa es salir corriendo con la idea de regresar a la situación anterior, salir de ello como sea y lo más rápido posible: recurriendo a una pastilla ante la angustia, buscando sin demora a una pareja si hemos sido abandonados o negando las consecuencias de lo que nos ocurre. En otras palabras, cerrando en falso lo que estamos viviendo.
Las fórmulas del “alivio express” son muchas pero todas se parecen: afrontamos el malestar emocional como si se tratara de un dolor de muelas que hay que suprimir cuanto antes y como sea.
Esto nos recuerda algo que decía Sigmund Freud : “Cuando se echa al síntoma por la puerta, vuelve a entrar por la ventana” Si en efecto se cumplieran sus expectativas y Pedro fuera readmitido en casa , tarde o temprano buscaría nuevas aventuras o si el temor al castigo lo inhibiera, aparecerían otros síntomas .
Al contrario de lo que piensa Pedro, sus infidelidades no tienen nada de tontería, son indicios, episodios que dicen mucho de él, que muestran aspectos de sí mismo que él ignora. Son como el humo que avisa la existencia del fuego.
Quizás haga grandes esfuerzos por contenerse, no dudamos que está seguro de “haber aprendido la lección” pero asumir que el autocontrol o la fuerza de voluntad bastan para erradicar sus impulsos o sentimientos es un espejismo.
Si se diera un tiempo para interrogarse cómo ha llegado hasta este punto, por qué le fascinan las relaciones clandestinas o qué está pasando en su vida de pareja… si aprovechara –en suma- esta crisis para hacerse algunas preguntas, empezaría realmente a desenredar la intrincada madeja que le ha llevado a su actual situación.
Imago Psicólogos.