¿POR QUÉ NOS VOLVEMOS FRÍOS CON NUESTRAS PAREJAS? (+)

por | May 27, 2025 | Psicoterapia de pareja

¿Te pasa que hay momentos en los que sientes que tu relación empieza a volverse plana?

Ya no hay tantas ganas, las charlas parecen repetidas, y hasta las salidas pierden ese toque especial. Esto no siempre significa que algo va mal o que la relación está rota. A veces, tiene más que ver con cómo se ha ido organizando el día a día entre dos personas.

Convivir o pasar mucho tiempo juntos genera rutinas, formas de hablar, de mirarse, de compartir. Esto da una sensación de estabilidad, sí, pero también puede dejar poco espacio para lo inesperado. Y lo inesperado, lo que sorprende, suele ser lo que mantiene despierto el deseo.

El psicoanalista Bruno Bonoris lo explica así: cuando estamos mucho tiempo con alguien, creemos que ya “sabemos” cómo es. Pensamos que podemos anticipar sus reacciones, sus gestos, incluso sus silencios. Esa sensación de conocerlo todo del otro puede volverse una trampa porque si ya no hay nada por descubrir, se pierde también esa pequeña chispa que nos hacía estar atentos, con ganas, curiosos.

En el fondo -pensamos-  lo que solía mantenernos conectados no era solo la presencia del otro, sino cómo esa persona nos hacía sentir, las preguntas que nos sugería, las ganas de descubrir que nos despertaba. Has memoria de cómo te sentías en los primeros momentos de tu relación …

Cuando eso se apaga, lo que llega no es solo aburrimiento: muchas veces también aparece una desconexión con nosotros mismos.

Y es ahí cuando buscamos algo nuevo. No porque el otro nos haya fallado, sino porque queremos volver a sentirnos vivos, interesados, con deseo.

En lugar de culpar al otro, tal vez convenga detenernos a pensar qué lugar ocupamos en esa relación. No tanto en términos de quién es culpable sino de qué papel estamos jugando en la relación ¿cómo estamos ahí? ¿Conectados con lo que queremos o simplemente sosteniendo una rutina?

Muchas veces, la distancia y frialdad con la pareja no hablan solo de cómo es él o ella sino del tipo de relación entre ambos, de cuánto y cómo estamos involucrados en esa relación.  Tal vez sin darnos cuenta, estamos esperando que el otro nos devuelva una imagen ideal, o que le dé sentido a algo que ni siquiera hemos formulado claramente.

No hay respuestas estándar. Cada pareja es un mundo.

Ocurre también que cuando hay discusiones o conflictos que no se hablan “para no empeorar las cosas”,  quedan congelados y se convierten en facturas guardadas en un cajón, a la espera de cobrarlas en el momento más propicio.

Todo esto genera malestar, pero también puede ser una oportunidad para hacernos al menos dos preguntas:

¿Qué parte de mí se ha quedado dormida?

¿Qué facturas estoy cobrándole a él o ella?

Pensar en esto no resuelve todo de inmediato, pero abre una puerta diferente: la de escuchar qué nos pasa realmente, más allá de lo que parece en la superficie. El aburrimiento no tiene por qué ser una sentencia. Puede ser una señal. No para romper, necesariamente, sino para detenernos a pensar,  porque el comprender es el primer paso hacia el cambio.

(+) Ilustración:  Brian Rea “The New York Times”

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