¿Por qué alguien se deprime si tiene “todo lo que necesita” y más?
¿Es una enfermedad?
¿ Qué podemos hacer quienes las queremos ayudar?
Son algunas de las preguntas que se hacen quienes están cerca a alguna persona deprimida y que comentaremos en este post.
«Yo de esto no entiendo nada …- decía el padre de una joven mujer que no se explicaba lo que le ocurría a su hija– pero es desesperante cuando alguien tan cercano se pone así y no sabes qué hacer ni para donde mirar… sobre todo porque no te cabe en la cabeza que teniendo de todo en la vida la veas llorar todo el tiempo o estar tirada en la cama sin querer ni comer …»
Por extraño que parezca, la angustia y la depresión (que suele encubrir a la angustia) son los grandes malestares de nuestro tiempo. Los médicos de familia coinciden en que año tras año ven en consulta cada vez más casos como estos.
«Dígame usted ¿qué explicación tiene esto? – Insiste el padre- O es una pura tontería o lo hace para llamar la atención…?»
La persona deprimida no es ni caprichosa ni simuladora. Está atrapada en un estado de ánimo hundido, sin energía ni fuerzas para nada, ni siquiera para las actividades más elementales del día a día. Muchas veces se siente culpable, torpe, despreciable y pierde todo interés por el mundo. No tiene ni ganas de comer, su sueño es frágil o se pasa el día durmiendo… aparecen también algunas manifestaciones físicas como dolores musculares, mareos o dolores de cabeza.
Aunque estas manifestaciones son frecuentes en las personas que viven un estado depresivo, no nos gusta hablar de la depresión a secas como nos referimos, por ejemplo, a la gripe que es un proceso en el que los síntomas de fiebre, dolor de cabeza, escalofríos etc. son iguales para todos, tienen un origen común y unas etapas muy semejantes. Antes que hablar de depresión preferimos referirnos a la persona deprimida ya que ello nos ayudará a entender cual es su caso particular que tiene que ver con sus conflictos, con su historia particular y sobre todo con la sensación de pérdida que está presente, aunque muchas veces no de modo explícito, en su vida.
Hablemos entonces de persona deprimida antes que de depresión.
Cada caso es un mundo y cada persona lo vive de modo absolutamente particular.
Tras esos ropajes mas o menos parecidos a través de los cuales se nos muestra la persona deprimida, están los verdaderos motivos que sostienen su estado de ánimo y que, eso sí, tienen poco que ver entre sí. No hay causas estándar aunque los síntomas se parezcan. Todo aquello que vemos, es decir los síntomas, son por definición “personales e intransferibles” no significan lo mismo, ni tienen el mismo origen. Por eso es que no podemos considerarla como “una enfermedad” al modo de una infección o un déficit de vitaminas. La vemos más como una condición del psiquismo y como un proceso en el que está en juego una historia personal.
«Su madre y yo le decimos «pero hija ¿por qué te pones así…. ? Aquí en tu casa tienes de todo, tienes un buen trabajo y estás sana…» pero nada, es como si escuchara llover, no hay quien la saque de esa tristeza, …»
Convivir con una persona deprimida irrita, agota e impacienta. Parece absurdo e incomprensible. Sobre todo en el mundo de hoy en el que por todas partes se predica que la felicidad es cuestión de voluntad y esfuerzo.
¿Qué hacer entonces?
Los intentos de convencer a la persona deprimida de que “no tiene motivos para sentirse así o que mire el lado bueno de la vida” no hacen mas que distanciarla y exacerbar sus sentimientos de inutilidad e impotencia. Porque motivos tiene, lo que ocurre es que no son ni los que ella cree ni los que la familia supone ni los que desde fuera podamos imaginar. Su sufrimiento, su malestar no se relacionan con el mundo exterior, con que si tiene o no trabajo o dinero o un novio… sino con conflictos psíquicos que desconoce y que no son conscientes y que tienen que ver con aspectos de su historia personal que hay que comprender.
Por eso nuestra propuesta es escuchar, comprender, acompañar, lo cual no implica una actitud de complacencia pasiva sino de escucha activa para ir abordando, aquello que no por ser desconocido deja de tener efectos en su estado de ánimo y en su estar en el mundo.
Por el lado de la persona deprimida hay que pedirle que nos hable de lo que quiera o necesite hablar. Tan sólo la posibilidad de hacerlo sabiendo que no será criticada o cuestionada es ya en si mismo un gran alivio. A partir de la conjunción de ese hablar y ese escuchar podrá irse desmadejando este nudo en el que está atrapada .
Esta es un vía que por más interés y voluntad que tengan sus amigos o familiares no pueden abordar. Por eso, a ese padre que preguntaba ¿Qué hacer con su hija? le diríamos: facilitele la posibilidad de encontrar un interlocutor que con conocimiento profesional, experiencia y tacto pueda ayudarla a recorrer el camino de búsqueda en su interior.
Antes de terminar este post sobre las personas deprimidas, es importante diferenciar lo que ellas viven, con la tristeza y el desánimo comunes, que son estados de ánimo por el que pasamos todas las personas a lo largo de la vida y que responden a las inevitables pérdidas que la misma vida nos pone por delante: pérdida de una persona querida, de un trabajo, un cambio de país y en fin cada quien tiene sus motivos. Pero la persona triste no es la persona deprimida. La persona triste puede salir de ese estado con sus propios recursos. La persona deprimida requiere de una ayuda y un apoyo profesional.