Retomamos las preguntas del post anterior:
¿Qué puede ocurrir en una relación cuando uno de los dos falta a la promesa, tácita o explícita de exclusividad y vive una experiencia afectiva / sexual en secreto?
¿Qué puede suceder con los amores golpeados por el trauma de la traición y del abandono?
¿Qué puede pasar después si quien traiciona pide perdón? ¿Si pide seguir siendo amado y quiere que todo vuelva a ser como antes?
A pesar de que «perdón» y «perdonar» son palabras que están en nuestro lenguaje de todos los días, conviene detenernos un minuto a pensar en lo que significan. Lo primero que salta a la vista es que son ideas asociadas a la religión («el perdón de Dios,» «el perdón de los pecados» etc ) tiene que ver también con la ley y la justicia («condonación de la pena de cárcel»)
El antiguo testamento tiene frases durísimas sobre el adulterio y la culpa «Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos: el hombre que se acostó con la mujer y la mujer misma» (Deuteronomios 22,22)
Tremenda sentencia …
Pero no queremos entrar en el campo de la religión ni en el de la justicia , volvamos al mundo de las relaciones de pareja.
La persona lastimada está ligada a la que le hizo daño de muchas maneras, no sólo a la historia que comparten, también al sufrimiento moral, la rabia, la desconfianza y tantas otras emociones lacerantes y mientras no acontezca el perdón o la retirada, no podrá evitar la influencia que tienen en su vida. El no perdonar provoca un conjunto vivencias en las que él o ella están atrapados en un relato paralizante que ocupa su vida y coloniza su relación con la pareja.
El perdón no es la única vía para desligarse de ello. La ruptura de la relación con la pareja que ha traicionado es otra posibilidad . Hay personas que no tienen recursos personales para abordar el perdón y sólo pueden replegarse en busca de otro camino. Son opciones.
Cabe una tercera alternativa, la de aferrarse al rencor y al odio y continuar en una relación marcada por la venganza y por agravios reiterados. Se entra en un bucle de ataques y acusaciones sin fin que convierten a la relación en algo infernal.
Esto es lo que ocurre entre la pareja del clásico filme La guerra de los Roses . Esta película, cuenta la historia de un matrimonio que se separa después de casi dos décadas de vida en común e inician una destructiva querella en su proceso de divorcio. En este film se pone de manifiesto la ambivalencia afectiva, revelando el sutil límite que separa el amor del odio y cómo, a través de una secuencia de ofensas, se desata la hostilidad que estaba reprimida.
Pero… ¿Qué es realmente perdonar? ¿Es realmente posible perdonar?
Hablar de perdón en una relación de pareja es referirse, a la transformación de lo que piensa y siente la persona ofendida frente a la ofensa y a quien la actuó.
No es algo que tenga que ver con lo que hace o deja de hacer quien ofendió. El perdón atañe a «la víctima» del engaño. Es la posibilidad de situarse de otra manera ante lo ocurrido y ante quien ha traicionado el vínculo que tenían.
Es una modificación de la perspectiva que se tiene respecto a lo sucedido, un cambio de actitud frente a la humillación, a la agresión o a cualesquiera que sean las heridas que ha producido en él o ella lo que ha hecho su pareja.
Esto nos lleva a pensar en uno de los aspectos más importantes y poco comentados del perdón: no depende de lo que haga o deje de hacer quien ofendió. Ya puede humillarse, suplicar, arrepentirse, jurar que no volverá a ocurrir, que puede no conmover un ápice el animo rencoroso del ofendido.
El perdón es un camino interior, como el del duelo ( y vimos en el post anterior que en efecto es un proceso que se parece mucho al duelo, en realidad es un duelo también porque algo o mucho de la relación anterior a la infidelidad se ha perdido.) un duelo decimos, en el que aceptando lo que se ha perdido, ya no nos encadena, ya no determina nuestra vida. Hay una absolución del otro, porque continuar acusándolo deja de tener sentido, hay una disolución de la ira porque la situación se ve de otra manera, la tristeza ya no tiene atrapado el ánimo y se puede mirar para otro lado buscando nuevas gratificaciones.
Perdonar no es olvidar, ni disculpar, ni negar, ni minimizar lo ocurrido. Es ver con otros ojos la experiencia y generar un relato que no encadena.
El acto de perdonar es algo íntimo que toma lugar en el psiquismo; se trata de procesar el agravio, de disolver resentimientos y desconfianzas.
Esto no ocurre porque sí. Tampoco depende exclusivamente de la voluntad. Es un proceso, un camino. Hablamos de un camino porque requiere de un tiempo y de una labor de comprensión de lo ocurrido y es también un acto de amor.
Ya dijimos que perdonar no es olvidar. Insistimos, se trata de recordar sin rencor, pasar página sin dejar de ver lo ocurrido, volver a confiar aunque no ciegamente, saber que hay un antes y un después y que el dolor por lo vivido, sin negarlo, no condiciona el presente.
Cuando el perdón acontece, los afectos y los razonamientos destructivos se atenúan y esto, no porque el ofensor no se los merezca, sino porque el ofendido se ha librado de ellos.
Julia Kristeva (2001), filósofa, psicoanalista y escritora francesa de origen búlgaro,
dice que el perdón «pone en suspenso el tiempo y el juicio» y abre la posibilidad a un nuevo comienzo a un “volver a empezar”.
Terminamos esta brevísima referencia al perdón en la de la pareja con un par de ideas planteadas por el psicoanalista italiano Massimo Recalcati en su libro «Ya no es como antes. Elogio del perdón en la vida amorosa»
«Cuando el gesto del perdón se vuelve realmente posible es porque se ha producido una transición interna en la vida más intima del sujeto que perdona. Pero esa transición requiere tiempo»
«El perdón no es un acto reactivo sino un trabajo que exige tiempo y que tiene como premisa imprescindible el recogimiento del sujeto en sí mismo»