Si te enfadas con tu pareja es probable que tengas miedo a decirle lo que sientes o piensas por temor a que también se enoje y cuando esto ocurre …
- Te quedas callado/a
- Das muchas vueltas intentando decirle lo que te irrita pero no te sale.
- Te guardas lo que piensas “para otro momento” que nunca llega.
- Te convences diciendo “No vale la pena hablarlo porque se va a armar una discusión”
Tiendes a pensar (y esto es muy frecuente) que el enojo es un sentimiento desagradable que hay evitar a toda costa y que cuando surge hay que eliminarlo cuanto antes y como sea. Para conseguirlo circulan muchas recetas que te sugieren cómo abordar el enfado propio y ajeno, por ejemplo:
- Presta atención plena a lo que tu pareja dice, sin interrumpir ni juzgar.
- Comunica tus necesidades de manera directa.
- Describe las circunstancias de manera objetiva (“He notado que últimamente discutimos mucho”)
Estos consejos, por muy bien intencionados que parecen, asumen que la fuerza de voluntad y la decisión bastan para ponerlos en práctica y ser recibidos por el otro/a. El enfado y el miedo son síntomas y como tales hay muchas causas que los generan, causas que no comprendemos a primera vista.
Podremos aprendernos de memoria las frases que nos sugieren para evitar las discusiones. Por ejemplo:
«Me gustaría que intentemos escuchar sin interrumpir. ¿Qué te parece a ti?» o ”No te estoy atacando”
Pero una de las causas por las cuales no funcionan (o que si en algún momento tienen efecto, pasado un tiempo dejan de tenerlo), es que con palabras decimos unas cosas pero con nuestro tono de voz o nuestra comportamiento no verbal, decimos otras y eso no puede ocultarse ni camuflarse. Nuestra verdad, aquello que tenemos dentro se manifiesta “a pesar nuestro”
Otra de las razones por las cuales los buenos consejos no funcionan es porque cuando se ha llegado a este punto de desgaste en la relación están muy instalados ciertos patrones, las personas suelen resistirse al cambio, encuentran una compensación en el enojo y el rechazo y la resistencia a salir de esos lugares es muy grande.
Por eso decimos que el ser humano es dividido, contradictorio y complejo y lo vemos en todo orden de cosas, no sólo en las relaciones de pareja.
No todo en lo que piensas es lo que haces,
No todo lo que haces es lo que deseas ,
Muchas veces lo que piensas no tiene nada que ver con lo que sientes.
Y podemos continuar con muchos más ejemplos.
¿Qué nos queda entonces?
En primer lugar tomar el enojo o el miedo o cualquier otro sentimiento que surge en tu vida de pareja como lo que es: señales que dicen cosas de ti y de tu relación.
Preguntas del tipo:
“¿Por qué será que me enojo tanto cuando el/ella me dice …?”
“¿Con quien más me ocurre que me quedo callado/a sin poder decir nada”?
“¿Tengo mala suerte? No es la primera vez que me pasa algo parecido con una pareja”
Respuestas que de momento ignoras pero que son como el cabo de una cuerda que puede permitirte hacer un camino de descubrimiento sobre ti y como tal son una vía para abordar estos sentimientos difíciles.
Si llegas a entender qué se juega en este enojo o qué pasa con ese miedo en tí, ya no tendrás que valerte de consejos sobre qué hacer o decir porque fluirá tu propia manera de decir aquello que necesitas decir o hacer. Tomemos entonces estos sentimientos desagradables como una alarma o mejor dicho, como una señal a partir de la cual puedes empezar a cambiar de verdad, muchas cosas en tu vida.
No es un trabajo que puedas hacer sola/o requiere de un profesional con “el oído entrenado” capaz de captar lo que dices a pesar tuyo.
(+) Ilustración Brian Rea The New York Times”